El confinamiento ha cambiado la forma de vida de la población. El hecho de que apenas se está moviendo el semáforo y que apenas empezamos a poder salir de casa con restricciones y las debidas precauciones ha trastornado nuestro modelo rutinario de vida y será un verano diferente.
Se venía avisando que el coronavirus iba a modificar nuestras pautas de vida, pero jamás se pensaba que íbamos a sumar, ya más de 3 meses en esta situación.
El encierro en casa ha provocado que la mayoría de las personas hayamos tenido que habituarse a una realidad desconocida. Una situación nueva a la que hay que hacer frente y que tiene sus peligros de contagio si no lo hacemos bien. Y además, cada quien tendremos que ir aprendiendo y viviendo situaciones emocionales y miedo particulares. Uno de ellos es el conocido como Síndrome de la Cabaña.
Este trastorno es un estado mental que se da en personas que forzosamente viven dentro de espacios estrechos, remotos, aislados o monótonos.
Las órdenes de aislamiento, distanciamiento y confinamiento dictadas por la pandemia del coronavirus están haciendo que de forma ineludible tengamos que estar en casa mucho más tiempo del que estamos acostumbrados lo cual está
provocando sensación de aburrimiento, insatisfacción, monotonía e incluso necesidad de romper la rutina.
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Evidentemente, cada persona lo gestiona de una manera distinta, pero en algunos casos, se está dando el llamado síndrome de la cabaña.
Esta patología no está tipificada de forma oficial, pero los expertos reconocen que es un síntoma que han estudiado y que intentan combatir, en especial en estos momentos. La irritabilidad, inquietud e incluso depresión se están dando en las personas que lo sufren. Son personas reacias a salir a la calle y que siguen buscando la manera de seguir en casa.
Las recomendaciones para combatirlo van encaminadas a intentar, en la medida de lo posible y dentro de los límites que establece permanecer en nuestras casas, el mayor tiempo posible intentando recuperar una rutina cotidiano en la medida
que se vayan reabriendo los espacios. Es decir, intentar llevar una vida ordenada, con una alimentación sana, hacer ejercicio periódicamente tal y como se hacía antes del estado de alarma, hacer planes futuros para cuando volvamos a la
normalidad, tener poco a poco más contacto con amigos y familiares fuera del núcleo familiar. En definitiva, representar lo más fielmente posible lo que era un día cotidiano antes del confinamiento, sabiendo que hay evidentes diferencias.
Solo de esta forma estaremos poniendo barreras sobre el síndrome de la cabaña.
No hay que olvidar que éste afecta a una persona, pero puede acabar extendiéndose al resto de las personas del entorno. La peligrosidad es evidente, los cuadros más graves provocan depresión. ser positivos y mantener la vida y contacto social con nuestro círculo cercano siendo positivos sin dejar de ser prudentes y precavidos.