Hoy les quiero platicar sobre un lugar súper lindo que fui a conocer aquí en mi increíble ciudad; esta ciudad infinita que nunca deja de sorprenderme.
Esta vez se trata de una casona porfiriana, ubicada en la Colonia Roma que fue construida en 1910. Esta casa es especial porque fue propiedad de un mexicano que dedicó buena parte de su vida a guardar y coleccionar objetos históricos de nuestro país. Tiene más de 1000 piezas entre obras de arte, fotografías, artesanías, pinturas y esculturas. Y más de 20 mil libros cada uno con una importancia y una historia que contar.
Como su nombre lo indica, la casa perteneció a Guillermo Tovar y de Teresa, un reconocido cronista, historiador y coleccionista mexicano quien murió en el 2013 y nos dejó todo un tesoro por descubrir. En 2018 la Fundación Carlos Slim compró sus fondos e inmuebles con la misión de poder acercar al público mexicano a su arte y su cultura.
Desde afuera te sorprende la belleza de la construcción y lo bien conservada que está. Es una casa de 3 niveles. Al subir los escalones de la entrada llegamos a un vestíbulo que te da la bienvenida a la planta baja de la casa. En el Vestíbulo me vi reflejada en un enorme espejo colgado que sobresale de la pared. Se notaba mi inquietud y curiosidad por adentrarme en el espacio. En seguida vi el corredor que conecta las 5 habitaciones de la planta baja y quedé enamorada. Supe que este pasillo sería mi lugar favorito de toda la casa! Lo digo porque gracias a sus ventanales que van de piso a techo este espacio está lleno de luz natural y puedes ver a través de ellos el hermoso jardín verde, lleno de vida, dejando pasar los rayos del sol, que van haciendo camino entre las plantas y los árboles. Una luz cálida que te da una sensación de paz que te abraza e invita a admirar el espacio sin prisas. El piso, un tablero de ajedrez, con sus cuadros blancos y negros que me hicieron sentir la reina de la partida, moviéndome con libertad en todas las direcciones. A lo largo del pasillo, de frente a las ventanas atrapan mi atención seis pedestales de mármol negro que sostienen unos canastos de frutas hechos de cantera que le dan un toque de elegancia y sobriedad que armonizan perfectamente.
Sigo caminando, y después de un par de habitaciones llego a la extraordinaria biblioteca, perfectamente ordenada. En el librero se ven muchos libros de colores; me contaron que algunos de ellos son especiales, como primeras ediciones de Sor Juana Inés de la Cruz y una copia mecanografiada del famosísimo “Cien años de soledad” de García Márquez, uno de mis favoritos de todos los tiempos y que creo que todos deberían de leer al menos una vez en su vida!
No pude dejar de admirar el piso de parquet Wow! que divino está, con múltiples piezas de madera de diferentes tonalidades que van siguiendo un patrón geométrico para formar un diseño central, convirtiendo a la biblioteca en un espacio muy acogedor e importante.
Después la habitación del comedor, donde la mesa puesta parece lista para recibir a los invitados con elegantes vajillas de porcelana al estilo Be our Guest de la película “La Bella y la Bestia” de Disney.
Cuando ya me iba, alcancé a ver a través de la ventana del comedor y descubrí un pequeño patio secreto, ubicado justo detrás, entre el comedor y la biblioteca. Y tuve la suerte de ver a un tierno cupido trepado en una fuente; ahí estaba listo para flecharme! Tal vez por eso me fui tan contenta…
Casi al final se alcanzan a ver unas escaleras que suben a la planta alta, que me quedé con ganas de conocer ya que no está abierta al público.
Entonces decido bajar a ver el patio central y los jardines. Un jardín tranquilo, donde se escuchan los sonidos de algunos pajaritos que andan volando por ahí. Alcanzo a ver en el fondo una banca blanca debajo de una celosía de hiedras que caen encima adornando la sombra. Camino entre las plantas sobre unos escalones irregulares de piedra para llegar hasta ella. Me siento ahí y mi mente divaga por un momento: me imagino leyendo algún libro, relajada y feliz, en ese espacio perfecto para la reflexión.
Que afortunado fue Don Guillermo de tener su propio santuario! Una casa bellísima, llena de tesoros y de historias dignas de presumir.
Al salir de la casa me encontré con un lindo cafecito que creativamente diseñaron donde era el antiguo Garage de la casa. Desde afuera cuelga un letrero que dice “Las tres abejas” y una barra de café con varios pasteles a la vista me invitaron a entrar al largo pasillo, decorado románticamente con mesitas y plantas. La pared amarilla con frases y dichos populares le dan un toque de simpatía. El café y el pastel de almendra fueron el perfecto final para esta visita. Ya saben como dicen: panza llena, corazón contento!
No dejen de visitar este espacio; se los recomiendo ampliamente!! Vale la pena el viaje cultural y artístico. Anímense a salir de su burbuja y vayan a conocer su Ciudad. Se van a sorprender. Y recuerden…. Siempre hay una primera vez!.
The Chic Wanderer.