Una vez, solo una, he ido a ver un partido no mundialista a un lugar que luego me dijeron que era un sports bar en Santa Fe, con unas pantallotas, fue hace un par de semanas, era el Real Madrid contra el Bayern Munich y fui porque tengo un novio fan del Madrid. Me la pasé bomba.
Pero el Mundial, ah el mundial, desde México 86, para mi es otra historia.
Bueno desde antes. Los álbumes del mundial no son ninguna novedad, en el de 74, el de Alemania, mi hermano tenía su álbum. Y yo lo sentía mío. A mi no me dejaban tener uno porque ¿Una niña con un álbum de fútbol? Bueno ni de chiste; y además porque había tenido uno de la Pantera Rosa que un día se me ocurrió empezar a llenar con un tostón de estampitas y harto resistol, en la sala de terciopelo azul pavo recién tapizada de mi mamá: se me derramó el pegamento y la mejor idea que se me ocurrió fue disimularlo echándole estampitas encima. ¡Chanclazo inmediato!
Mi mamá no se ha recuperado de esa cicatriz emocional. Ni yo, como es evidente.
En fin, que tenía 6 años, mucha envidia, y muy buena memoria y entonces me aprendí algunos nombres: Beckenbauer, que no me gustaba tanto porque era defensa, pero- ah, Gerhard Muller– era el delantero, como Rivelino y luego, en la cima, el mismísimo Johann Cruyff, cuando era Johann Cruyff y un polaco de apellido impronunciable que metió mas goles que nadie.
México no fue.
Y con ese álbum aprendí que había dos Alemanias y que la buena había ganado y la mala había perdido por mucho, y que cuando jugaron una contra la otra estaba en juego mas que el fútbol.
Aprendí también que Holanda como nosotros después, jugaba mejor que nadie (nosotros no, pero siempre “jugamos como nunca”) pero perdía siempre y no era justo porque tenían futbol total ¿Y tenían a quien? A Johann Cruyff.
Los jugadores en ese entonces usaban hot pants y unos peinados más Farrah Fawcett que Farrah Fawcett y más Vitas Gerulaitis que Vitas Gerulaitis.
Mi hermano atesoró es álbum como pocas cosas.
4 años después, en Argentina 78, recuerdo la humillación de nuestros entonces bautizados ratoncitos en un 6 -0 con los Alemanes. Ahí empezó nuestro viacrucis con ellos. No lo hemos podido superar. Cómo cuando decían que nuestros boxeadores perdían contra los boxeadores gringos porque les hablaban en inglés.
Y recuerdo que era una noche de verano caliente y pegajosa en México, fría y acerada en Buenos Aires cuando Videla, el mas malo de los malos de la junta Argentina sonrió mas que nunca y Argentina le ganó con todo y – de nuevo- Johann Cruyff a una ultra sorprendida Holanda y la dictadura se justificó, y justificó la sideral suma de 700 millones de dólares gastados en ese mundial:
Me acuerdo que tras el triunfo de Brasil (3-1 a Polonia), Argentina necesitaba más de tres goles de diferencia para avanzar a la final contra Holanda en el Monumental. Y entonces consiguió goles de sobra, 6-0 inverosímilisimo contra Perú.
Ninguno de los jugadores peruanos admitió soborno, aunque sí un hecho curioso: la intimidante aparición de Videla en los vestidores antes y después del partido. Un dato más: 15 días después de aquel partido, los argentinos le dieron a Perú una donación no reembolsable.
Tristemente lo gritos de gol que se oían desde el estadio cuando su Kempes anotaba ahogaban los gritos de los torturados en la ESMA, a pocos metros de distancia.
Luego en España 1982, la verdad nada importó mucho; Mexico no fue, fue cuando Honduras ¡Honduras! nos metió en ídems y tristemente todos le iban a un Brasil que ocupaba nuestro orgullo latino y al cual le valíamos madre.
Y estábamos de viaje en Philadelphia cuando ganó Italia y la comunidad Italiana armo un merequetengue que ni cuando Rocky en las escaleras de la Biblioteca que me dio envidia y hasta la fecha me he quedado con ganas, como todos, de celebrar así.
Por: Verónica García